Este diseñador e ilustrador canadiense nos llamó la atención con Yo quiero mi gorro (Milrazones, 2012) por su humor irreverente y su inteligencia. En esta obra, aparecían elementos de sorpresa y acciones fuera de escena que nos hicieron soltar la carcajada. Por entonces, fue elegido por “The New York Times Book Review” uno de los diez mejores libros ilustrados del año.
Jon Klassen vive
actualmente en Los Ángeles y trabajó en el mundo de la animación en largometrajes
como Coraline o Kung Fu Panda, antes de dedicarse enteramente a la ilustración de
libros infantiles.
Colaboró con otros autores, hasta publicar en solitario Yo quiero mi gorro (que ahora publica Nubeocho con el título Yo quiero mi sombrero, 2020).El oso ha perdido su sombrero, es rojo, puntiagudo, y va preguntando a los distintos animales. ¿Nadie ha visto nada? … el espectador sí que lo verá.
Yo quiero mi gorro |
Esta historia
forma parte de la que se ha llamado la “trilogía del sombrero” junto a Este
no es mi bombín (Milrazones,2013. Ahora El ladrón del sombrero, Nubeocho, 2021) y Encontramos un sombrero.
Obtuvo dos grandes premios por Este no es
mi bombín, las medallas Caldecott y Kate Greenaway de los bibliotecarios
americanos y británicos respectivamente.
Encontramos un sombrero |
Junto a su
amigo Marc Barnett publica Sam y Leo cavan un hoyo, con el que
también colabora para El lobo, el pato y el ratón. Ambas
obras con sorpresa final.
Sam y Leo cavan un hoyo |
El lobo, el pato y el ratón |
Magnífica
atmósfera la que logra crear en el álbum La oscuridad, con texto de Lemony
Snicket.
La oscuridad |
Para los
jóvenes realiza las imágenes de la novela El nido de Kenneth Oppel “suspense
psicológico, ilustrado con inquietantes dibujos en blanco y negro, ensoñaciones
a plumilla que provocan escalofríos y engrandecen la propuesta”.[
El nido |
Suele trabajar con grandes fondos, lápices y grafitos y utiliza una paleta de colores sencilla, predominando grises y negros. Generalmente, destaca en su obra dedicada a los más pequeños, una gran dosis de humor, acentuado todavía más por la inexpresividad de los personajes que con sus miradas y su quietud nos resultan simpáticos, y desprenden una gran tensión dramática.
Siempre hay algo en sus ilustraciones que nos sorprende y nos hace reflexionar.
Jon Klassen y su hijo |
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