En estos próximos días celebraremos en esta “Cuenca luminosa, alada, airada, serena, enloquecida, infinita, igual,
obsesionante, hidalga: vieja Cuenca” que viera Camilo José Cela, las
fiestas en honor a nuestro patrón San Julián, nombrado obispo de Cuenca en 1196
por el rey Alfonso VIII.
Dos figuras importantes, el santo Julián y el rey Alfonso VIII,
unidas en el afecto y hacer por Cuenca.
Desde el siglo XVI las fiestas de San Julián se celebraban a
principios de septiembre, siendo los regidores los que forzados por el clamor
popular, se dirijan al Cabildo de la Catedral para conseguir una segunda fiesta
en el noveno mes del año, por ser éste un mes más cálido, pues en “San Julián de enero se hiela el agua en el
puchero”.
El 14 de junio de 1553 el Cabildo acepta la petición y así fue
como surgió la festividad en verano, llegando a su máximo esplendor del 5 al 8
de septiembre de 1595, fecha en la que se conmemoraba la canonización del
glorioso Obispo por Clemente VIII, un año antes.
Hemos hablado de fiestas pero ¿y las ferias?
El rey Alfonso VIII en su fuero dice: “Cualquiera que sea cristiano, moro o judío venga a estas ferias, venga
seguro…” “Os concedo también para beneficio y honra de la ciudad, ferias…”
Pasado el tiempo, las ferias se establecerán en nuestra ciudad en 1879,
a partir del 5 de septiembre para así coincidir con la festividad del Patrono
San Julián, a propuesta del entonces alcalde Calixto Jiménez Cano. Ferias en
las que agricultores y ganaderos exponían sus productos al final de la calle
Madereros (actual Carretería).
Será en la década de los 60, cuando la feria y fiestas de San
Julián se trasladen al mes de agosto.
Imagen tomada del Fondo Local Biblioteca Pública Cuenca |
Días de diversión, de desfiles de carrozas, de gigantes y
cabezudos, de confetis y caramelos, de música y corridas de toros, de hípica…
Cuenca se abre en estos días de Feria para que todos sus vecinos se diviertan y
para que los visitantes puedan disfrutar de unas fiestas moldeadas año tras
año.
Y como diría José L. Lucas Aledón, en su pregón de 1984:
Hagamos pértiga con Mangana para saltar desde la Ciudad Vieja
hasta la que se extiende prometeica en futuro.
Levantad la voz por encima incluso del San Cristobal con:
¡VIVA SAN JULIÁN!
¡VIVA CUENCA! “
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